Mis cuentos

EL ARMARIO

“La angustia es el vértigo de la libertad." Kierkegaard




Capitulo 1

               

Circuló sigilosa hacia la franja sur del guardarropa y se contuvo para no despertar sospechas en la casa. Nadie debía saber que vivía allí amurallada. Logró zafarse de una guerra de escobazos y palos que sufrieron sus colegas-hermanas en la última inspección del edificio. De pronto, entra una especie de insecto sin alas.
La invasión del volador que se estrelló en su aterrizaje le sumó puntos a su angustia habitual, malhumorada y parada en dos patas, la azota de un manotazo. El insecto hacía un
odioso zumbido de muerte y le impedía concentrarse en sus libros, mientras que ella, sólo esperaba la muerte. La rata se jactaba de sus conocimientos 

-Yo, en cambio, (le decía la rata) me detengo a leer los tomos de filosofía, historia, literatura y arte; por eso llaman a los instruidos “ratones de bibliotecas”.

 

 ¡¿Qué ironía?! De noche podía salir a hacer sus fiestas fúnebres de glotonas vampiresas siendo la oscuridad su cómplice. En la oscuridad -todos los gatos son prietos- ¿acaso la apariencia no era importante para el jurado humano? Hay que jugar el juego de los otros –pensó la rata- se pondría zapatos de tacones altos, un vestido de seda negra; un toque de la fragancia en aceites de Boucheron en el lóbulo de sus finas orejas; en la nuca, y con su melena, comprada en la tienda, tirada hacia adelante encima de sus pechos de silicón -que quedan visibles- con la abertura ostentosa del sensual vestido. Apenas maquillada, la boca deslumbra en púrpura. Coqueta, se encamina hacia la puerta principal del lugar. Con una elegancia sobrecogedora y pose de modelo europea estira una pierna hacia afuera… algo pasa, ¡no sabe, qué es! Pero lo presiente. La pierna queda petrificada en la parte interna del armario.

            ¡No puedo salir!-, un grito afónico la desencaja. Caen las máscaras. La respiración se le hace dolorosa. Lo intentó varias veces y nada.

  Quiere conocer el exterior pero un miedo irracional la posee. La hace suya… siente como recorre cada arteria de su ser. Es una fuerza masculina por su poder arrollador… su yang; la prontitud y escasez del lenguaje… no dice nada; sólo la posee, sin palabras. Ella lo acepta con rabia, con una angustia infinita que cierra sus chacras y sólo le permite sentirse esclava. Violada en su inconsciente. No puede salir; el miedo la oprime… la angustia; vuelve a custodiarla, como siempre. La libertad es una utopía cuando el miedo gobierna en casa Salida de la nada, el sin-alas reaparece. 
-Pita apático desde su lecho de muerte, -¿por qué no te has ido?
La rata respond
e:
- No puedo, el miedo me lo impide. Tengo miedo al exterior, a las caras largas; a la gente falsa. En fin, a la podredumbre que asquea las alcantarillas de las calles
, aunque sean de mi especie. Tengo miedo a enfrentar el mundo sola. En fin…tengo miedo de ser libre.-




 




Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien…”  Luis Cernuda.

 

Capitulo 2

 

     Lo que creyó un gusano moribundo de nombre Monalisa, arrastrándose hacia la rata  -que se había quedado tiesa ante la puerta de salida- retomó una conversación pendiente:

     -Y no soy gusano, soy reina ¡vaya ignorancia la suya! Pensó la rata. Un gusano en las últimas que se cree mariposa monarca. Al fondo, en la casa habitada por fantasmas, se escucha Moon river”. La versión de “Mala Educación” de Almodóvar. -Soy mariposa monarca vuelta a su origen… “polvo eres y al polvo volverás”. Con actitud de elocuente oradora, la gusano, se endereza a duras penas y continúa su soliloquio. Acaso no todos migran de un lado para el otro buscando “bienestar”. Crucé el extenso cielo azul, la bravura de los mares, las montañas más altas y pude ver desde arriba todo el esplendor de la creación; y hasta me fui de excursión al Caribe: y vi las barcas maltrechas cruzar desde el este el canal de la mona… y cómo los tiburones engullían restos humanos que eran tirados al mar como basura desechable. También vi en el norte, mi hogar, como corrían despavoridos grupos de mujeres, viejos y niños por un desierto agreste… y cual efecto dominó fueron exterminados por la trilogía: tratantes de inmigrantes-migra y cansancio. El polvo y el sol los devoraba hasta hacerlos desaparecer… y el paraíso que quisieron alcanzar se había evaporado antes sus ojos.
Pude tocar las nubes más grises que blancas como algodones de azúcar se deshacen en la vista y no en la boca como en aquellos años donde no existe el tiempo ni la muerte ni los necios deseos de hacerse de dinero inmediato… Ynos sentíamos flotar en un circo de aparatosos carros voladores, caballitos multicolores que saltan pegados unos a otros; y una estrella-rueda gigantesca llevarnos al paroxismo en cinco minutos inolvidables; con la boca llena de chocolates que vomitamos como previendo que lo dulce nos hará volar; pero como purgante tendremos que expulsar en cualquier momento todo lo comido, lo vivido, por efectos del destino. “Dinero” que sólo sirve para ser felices comprando artículos de segunda y hasta tercera necesidad que se acumulan.


Y nos empeñamos en hacernos infelices a causa de hacer lo que todo el mundo hace
. Y es vivir como Vicente e ir “a donde va la gente”. Y aunque es cierto que nada es para siempre nos damos cuenta cuando sólo se puede mirar hacia atrás y ver los pedazos de alas rotas que dejamos esparcidas en el camino. Y siguen cruzando, nadando, muriendo, en busca, no de la piedra filosofal ni de las medias verdades de Merlín ni siquiera del santo grial. Y venden hasta su alma al diablo por constatar el sueño de los otros…ni siquiera el propio. Los negociantes de viajes ilegales siguen construyendo embarcaciones endebles y el mar se llena de hombres peces y la tierra de tiburones que engullen a sus víctimas al menor descuido. Y con estos se confabula el domador de sueños. Sí aquel, que con su carita lavada de descansar se para en las esquinas de Broadway o del barrio de tu comunidad a vender polvos, píldoras y hierbas cuando no la inyección letal que los vuelve excremento de la sociedad. Que los mata en vida…



La rata permanecía congelada… como fosilizada, parecía fruto de un hechizo del cual no podía salir… pero al mismo tiempo escuchaba todo lo que decía la supuesta monarca, y en su mente fría e inmóvil pensó
: -sin sus alas era lo que es… un bohemio gusano con una actitud reflexiva a la hora de la muerte. Le recordaba a la Mona Lisa de Da Vinci con su mirada-sonrisa de aire ambivalente.


Mona Lisa se mueve con dificultad y le dice a la rata: - ¿Cómo te llamas? Al ver que no contesta, refunfuña...
-Hum, esto va para largo. No entiendo cómo ni por qué permanezco vivo; aunque siempre he escuchado que todo en la vida tiene un propósito. Esto parece un monólogo.

¡ Al fin se dio cuenta! Pensó la rata. A ver… ¡carajo, que te estoy hablando, tía! ¡Ya basta! Qué tienes un puto miedo…pues sí, ¿quién no lo tiene? 


Cuando al fin vuelve en sí nuestro personaje que dijo ser rata
, porque ahora resulta que, la otra…cuando dijo mosca era monarca; vamos a ver que dice la espantada… 


Vuelve a ser la misma coqueta, ojialegre e inquieta roedora. Moviendo angustiada su trasero, caminaba sobre sus tacones de punta, de una esquina a otra, sin detenerse en ninguna parte. Cuando al fin se aquieta y, como en cámara lenta a ritmo de un “Moon-river”, que a lo lejos se escuchaba, desde alguna habitación contigua
; ahora, en la voz sensual de Barbra Streisand; y en forma de un striptease clásico sin bajar un ápice la sensualidad, se retira su gala nocturna y se tira en su –mullido- rincón hecho a base de las más finas telas del armario.  Y dice:


–Me llamo Virginia y nada es coincidencia en esta vida. Escucho voces…me atormentan los fantasmas y el miedo me consume… y aunque no tengo alas rotas; mi corazón sangra dejando su huella en esto, ¿qué te digo? La felicidad la perdí en el andar des-andado; saltando y yéndome de boca con alguna copa de vino en una cama de lino blanco y sueños prestados. Por buscar nuevos horizontes desdibujé el azul cadmio de los míos y soy, aunque no quiera sólo un código postal encerrada en una ciudad o armario de hierro, cemento y cal, donde nadie dice lo que siente si siente, lo que piensa…si tiene tiempo de pensar
, porque al final nadie escucha. Todos encerrados en sus armarios egocéntricos. La rata sigue:


¿¡Con que eres monarca, o sea… “reina”!? O más bien fuiste. Lo mismo. Nada es para siempre. 


¡Ah! Yo tampoco
fui siempre rata. Fui rana. La rana Virginia, que besada por un sapo que se creía príncipe y en vez de hacerme princesa me convirtió en esclava. Esclava de esta ciudad-armario y de mis miedos. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
 
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